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11 septiembre, 2009

El perro y su nariz

Para un perro, la más hermosa rosa pasa desapercibida, a menos que haya sido vestida por un interesante olor.

Y si es usted amante de la especie canina habrá notado la completa indiferencia de estos animales ante cualquier cuidado rosal, lo importante es seguir el olor, ese aroma que, para los perros, no sólo es interesante para el olfato sino que marca el tiempo en sus vidas.

Así lo explica la doctora en psicología cognoscitiva Alexandra Horowitz en este libro que debe estar en las bibliotecas de todo entusiasta sobre estos fenomenales animales domésticos.

Con el título: “Dentro de un perro: lo que huelen, ven y conocen los perros”, Horowitz se interna en el mundo canino, tratando por todos los medios de limitarse a lo que, de acuerdo a sus estructuras biológicas y el medio de adaptación, perciben, sienten y saben los adorables perritos.

Nada de antropomorfismos. Para la investigadora, los perros tienen su propio mundo interno que no se parece al nuestro y la composición de sus sentidos y su anatomía es suficiente para comprender un poco lo que ocurre en sus cerebros sin reflejar nuestras conductas, intereses y deseos sobre ellos.

Un perro es un perro y, aunque ha sido llamado el mejor amigo del hombre, ellos estarían mucho mejor si supiéramos mucho más sobre cómo funciona su red neuronal.

Empecemos, entonces, por el hocico, la parte más importante del perro. Horowitz asegura para el diario The New York Times en un artículo de Cathleen Schine, que el perro es una criatura de la nariz y que, así como nosotros capturamos imágenes continuas con nuestros ojos, de la misma forma actúa el hocico perruno.

El hocico de un perro beagle, por ejemplo, tiene 300 millones de receptores, una cantidad asombrosa si se compara con los seis millones de la nariz humana. Pero lo más interesante, explica Horowitz, es la mecánica del hocico canino.

Si se fija bien, estos animales tienen dos aperturas en los lados que los habilitan no sólo para inhalar aire continuamente, aún no lo haya exhalado aún, (como tenemos que hacer los humanos), sino que lo capacita para oler continuamente.

El perro es con el hocico como usted es con los ojos, siempre olfateando algo nuevo e interesante.

Horowitz asegura, además, que el olfato también ayuda al perro a determinar el tiempo y espacio. Como siempre están capturando olores, saben qué tan lejos están o si el evento acaba de ocurrir o no.


Fuente: El Caribe CDN

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